La "poesía drogada" de Baudelaire de L. M. Cuadrado
Cuando la
realidad no es gratificante, y te condena a lo que Baudelaire llamaba “spleen”,
lo que se puede hacer es alterar la percepción de la realidad, cosa que puede hacerse naturalmente, pero sobre todo artificialmente, ingiriendo sustancias.
En el fondo está esa insatisfacción con la realidad. De ahí lo que decía
Baudelaire: “Embriagaos. ¿De qué, da igual? De vino, de poesía o de virtud, pero
id por la vida embriagados.”
Esta idea de
la alteración de la percepción comenzó con la ingestión de opio por parte de
los románticos ingleses, fundamentalmente de Coleridge, que parece que compuso
alguno de sus mayores poemas bajo los efectos de la ingestión de opio, que
tomaba por razones médicas, pero que descubrió que además de ayudarle al cuerpo le excitaba la mente.
Sobre eso escribió un contemporáneo de Coleridge, Tomás de Quincey, a quien se
deben las Confesiones de un inglés
comedor de opio (Confessions of an English Opium-Eater,
1821). De ahí nos
trasladamos a Baudelaire y los simbolistas, a ese hastío de la realidad, el
tedio de que hablaba Baudelaire, que es el enemigo mortal, que hace que la realidad
sea desagradable, que intentes huir de ella, por ejemplo sencillamente viajando
(Gaugin, yéndose a buscar otra realidad), o alterando tu percepción de la
realidad. Rimbaud decía que “había que aprender a alterar la percepción de
manera natural”. Escribió una carta a su profesor diciendo: “no va a entender
nada de lo que le digo, pero me he pasado toda mi juventud alterando
sistemáticamente mis sentidos”. También se puede alterar la percepción de la realidad
recurriendo a sustancias que alteren los sentidos, por tanto multipliquen y
alteren las sensaciones, y por lo tanto hagan que un realidad injusta,
desagradable, fea pueda parecernos más gratificante, más hermosa, más justa…
La realidad es
la misma para todos (Paul Élouard: “Hay muchos mundos, pero están en éste.”)
Octavio Paz decía que la realidad es la misma para todos, pero ponía el
siguiente ejemplo: “Si hay una mancha en el techo, y llegas a casa (y llegas en
condiciones normales), entras en tu cuarto y ves la mancha. Empiezas a preocuparte: ¿qué será?, ¿de dónde
vendrá?, tendré que llamar a alguien para arreglarlo, ¿cuánto me costará? Si
estás en la cama con fiebre y miras al techo, de repente esa mancha se
convierte en nubes que pasan por el techo o jinetes a caballo. La mancha sigue
siendo la misma, pero cuando tienes fiebre tu percepción está alterada: es
diferente.” Lo que se busca entonces es, por vía de la excitación de los
sentidos, natural o artificial (drogas), que esa mancha no sea sólo una mancha,
sino que se convierta en una realidad maravillosa, extraordinaria. Por eso
tenemos que ir por la vida, como decía Bretón “mirando la realidad con el ojo
salvaje”, es decir, con el ojo inocente del niño, del poeta, del forastero, del
enamorado, porque tanto el espacio como el tiempo dependen del estado en que
los experimentemos.
Ahora nos
centramos en Baudelaire. En esta presentación trasladamos el término poesía drogada que emplea Germán
Labrador en su libro Letras arrebatadas.
Poesía y química en la transición española a la obra de Baudelaire.
Labrador reconoce en su libro que los autores que menciona beben de “los poetas
románticos, la beat generation, y
decadentistas, simbolistas y demás malditos” (19).
De estos
últimos “simbolistas y demás malditos”, Baudelaire es un representante
importantísimo. Charles Baudelaire (1821-1867) fue el padre de la corriente
simbolista y uno de los llamados “poetas malditos”, término que ya se usó para
designar, en su momento, a poetas como Lord Byron, uno de los escritores más
importantes del Romanticismo. Más allá del
hastío de la vida, que era un sentimiento constante en la generación de
escritores a la que pertenece Baudelaire, vemos cómo ya en sus años de
formación traba amistad con Louis Ménard, poeta y químico, que pudo haber
influenciado o acrecentado el aspecto “drogado” en la poesía de Baudelaire.
Ahora vamos
a pasar a comentar brevemente algunos poemas de Baudelaire en los que podemos
ver las características anteriormente mencionadas y las influencias que él
recibió; es importante destacar que los tres poemas que veremos, Bendición, El veneno y Los faros
pertenecen a la fracción del libro titulada “Spleen e ideal”, lo que nos muestra que estarán especialmente
marcados por esta particular manera de ver la vida como algo de lo que se debe
escapar y que al individuo le resulta repulsiva, fea, aburrida, incluso
grotesca. Vemos aquí
el germen romántico en la poesía de Baudelaire, y la concepción mesiánica del
artista. El creador romántico “redime al género humano por su obra y sus
sufrimientos” (Martínez de Merlo, 85), y las referencias a “ir a la cruz” y la
frase “Le contemplan con miedo los que él amar desea” son referencias al Via
Crucis y a la vida de Jesús de Nazaret.
Una de las
poesías que más claramente tocan el tema de la poesía drogada, en la que se hace mención al opio y al vino, que,
junto al hachís, eran las drogas de preferencia de Baudelaire y sus
contemporáneos. En este
poema abre el ciclo de Marie Daubrun, una actriz con la que mantuvo relaciones.
De ella, destacaban “sus ojos verdes: fascinaron a toda la generación de
Baudelaire” (Martínez de Merlo, 225). Aparte de
las menciones explícitas al vino y al obvio, el adjetivo “nebuloso” de la
primera estrofa ya implica “una imagen opiácea” (Martínez de Merlo, 225). Las
sensaciones derivadas del consumo de drogas se comparan con aquellas
resultantes de la pasión amorosa, y se imponen a ellas en la tercera estrofa
“No vale todo esto la ponzoña que manan / tus ojos, tus ojos verdes”. Aquí, se toma la violencia y la intensidad del
sentimiento amoroso para aplicarlos a la experiencia con drogas.
En Los faros, el poeta menciona algunos de
los grandes nombres del arte: Rubens, Da Vinci, Rembrandt, Miguel Ángel,
Watteau (cuya obra se puso de moda allá por el 1830) y Delacroix, exaltándolos
al mismo tiempo que los relaciona con sus obras, que tienen un carácter
melancólico, grotesco, sombrío. Si hemos hablado de la droga como instrumento
creador, podemos ver en Baudelaire ahora la idea de que aquello creado bajo una
percepción alterada también tiene la capacidad de excitar los sentidos, de ser
“un opio divino”. Baudelaire,
con su obra, dio visibilidad a algunos de estos artistas, que le inspiraban,
por ejemplo a Delacroix, que frecuentaba los círculos literarios parisinos y
trabó, al parecer, amistad con él.
Para terminar, he incluido
un cuadro de Latour, Homenaje a Delacroix,
en el que podemos ver a Baudelaire en una esquina, que me parece buen reflejo
de la relación que mantuvieron.
Lidia, Germán me ha mandado este comentario para ti:
ResponderEliminarUn comentario impresionante, bien escrito, lleno de sensibilidad poética y vital, sabio. Has sabido expresar perfectamente el problema estético de la literatura drogada: surge de la conciencia de que la realidad como tal no existe, que es el consenso social, lo que una sociedad en un momento llama "realidad". Al poeta moderno, al joven, al inconforme, por su inteligencia o su sensibilidad, la realidad que la sociedad le propone le resulta insuficiente y quiere transformarla, convertirla, delirarla, hacer que se transforme en otra. Su lucha en la escritura surge de esta doble conciencia: de la naturaleza ficcional de la realidad y de la posibilidad de acceder a una realidad alternativa. El fármaco, la literatura drogada, es una metáfora para la combinación de ambas cosas. Lo que nos fascina de los escritores drogados es que apelan a nuestra voluntad de imaginar un mundo distinto, de adquirir una visión más plena, más intensa, más sabia del mundo nuestro. Y al tiempo, la alteración de sus sentimientos, la tormenta de sus almas, la deriva vital... expresan lo que nos pasa a todos, pero de un modo superlativo. Los viajes poéticos del yo bajo influencia son como un espectáculo grandioso, una "tragedia griega", de nuestros propios conflictos y melancolías.
Llevo muchos años dando clases de poesía, a alumnos al más alto nivel universitario, y puedo decirte que tus comentarios de Baudelaire y tu trabajo en general me han parecido brillantes. Enhorabuena!!
G. Labrador
labrador@princeton.edu